diumenge, 7 de juliol del 2013

Año 28.251 ¿Que pasó al final con el cambio climático? (III)

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estimados lectores o lectoras: 

Al relato de cabeza :-) !! 
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¡Qué paradoja!, cósmica y cómica el que, por una vez en su existencia, la atolondrada actuación de precedentes generaciones humanas no diera el catástrófico resultado habitual, sino que, ¡mira por dónde!, aplazó, como mínimo en centenares de miles de años hacia el futuro, el mayor desastre posible de origen natural para lo que ordinariamente entendemos por vida sobre este Planeta: una nueva, y esta vez definitiva, glaciación.  

Porque a eso os enfrentabais esas generaciones ¡Y encima os quejabais y lamentabais del calentamiento global, en vez de dar alborozadas gracias a los cielos! La metodología era reprobable, por supuesto, y hubiera podido conducir a un descontrolado efecto invernadero que habría abrasado y arrasado la Tierra si realmente se hubiera llegado a exterminar la mayor parte de la vida vegetal y del plancton marino. Pero, como de repente, prácticamente desaparecisteis, el resultado es esta prórroga de un agradable Planeta debida y artificialmente caldeado. 

Tremendo todo, sí. Y hay incluso quien especula con la hipótesis de que si Gaia nos perdonó la existencia a la Humanidad fue, precisamente, porque la libramos de esa su más que previsible muerte por congelación. Son una minoría, por supuesto, pero se hacen sentir, dejan oír su voz o voces, y personalmente no me siento capaz de desmentirlas. Pero, en todo caso, lo más importante es que estimamos que tenemos controlado el proceso, y que tanto se ha invertido la natural tendencia de la Tierra hacia el enfriamiento como también se ha minimizado cualquier excesivo o no controlado incremento del efecto invernadero. 

Sin salirnos del todo de la cuestión climática y medio ambiental, pero cambiando de tercio, os amplío algo sobre ciertos cambios drásticos en la Naturaleza que introdujimos en su momento, porque la pesadilla que para la Humanidad supuso la reaparición de las fieras y las grandes aves de rapiña (sí, cuando vuestro hundimiento global) es una lección que hemos aprendido para siempre jamás, y nunca más tal pesadilla reaparecerá, en vida de los seres humanos, sobre la Tierra. 

Sí, ello ha sido un atentado a la biodiversidad, y lo asumimos, y de ello nos responsabilizamos plenamente. Pero nuestra opción es claramente preferible a que, por vuestra ineptitud y mal entender las cosas, condenaseis a más de veinte mil años de futuras generaciones inocentes a volver a padecer tan terrible flagelo, en vez de haber acabado con ellas, con las fieras y similares, cuando os fue técnicamente posible, y estuvo a vuestro alcance. 

Según todos nuestros análisis, ése fue el más grave de todos vuestros numerosísimos errores, más incluso que el de dejaros insertar el chip. ¿Qué pensabais, que pese a que sabíais que estabais inmersas en un sistema inicuo e insostenible, a pesar de todo éste nunca llegaría a caer, como sí que sucedió, no derribado por nadie sino hundido por sus propias contradicciones?; ¿y que os creíais ("creer" es el término), que según qué amenazas y peligros del pasado no volverían ya jamás? 

¿Tuvo algo que ver con el tema el que el patrón de referencia de todas las cosas fuera siempre e invariablemente el varón adulto y no, claro que no, la mujer, el niño, la niña, el o la lactante o los ancianos? Os hemos perdonado todo menos este error de las fieras. Sabemos que, en general, no erais precisamente libres en el pensar ni en el actuar, pero esto no se os podía escapar, debisteis de haberle dado una solución. 

Sin embargo, como se partió de la base de que el mundo de las aguas no podía ser considerado estrictamente nuestro medio, como tampoco lo es el espacio sideral, en la vida marina no se interfirió para nada, por lo que en nuestros océanos sigue habiendo rayas, tiburones y demás, y así seguirá siendo salvo que, en algún momento, nuestras amigas las delfines nos pidieran que interviniéramos, que por ahora no lo han hecho, ni es muy presumible que lo hagan pues, en general, tienen una valoración mucho más estoica, a la par que lúdica, de la vida. 

La vida vegetal marina goza de una excelente salud porque la mayor parte de la tampoco tan abundante navegación se realiza mediante naves equipadas con los adecuados impulsores desarrollados a partir de lo de la conversión total de la materia en energía, y como también se vigila que no haya escapes de lubricantes y demás, el resultado es una bajísima contaminación debida al impacto humano, y todo sigue allí felizmente su curso básicamente al margen de lo que se esté cociendo o no en tierra firme, o seca. 

Por su parte, la vida vegetal terrestre ha sido y sigue siendo dejada a su libre albur en los extensísimos territorios no dedicados al cultivo, y como mantenemos controlada la masa total de vida animal, la vegetación, sabiendo que, como siempre, su destino final será ser consumida de una manera u otra, sigue su plácido y siempre expansivo curso, y no sufre mayores percances que los que eventualmente le pueda provocar la actividad humana directa si decide variar los usos de según qué zonas. 

Claro, eliminados los depredadores de cierto tamaño en adelante, alternativamente hubieron de ser adoptadas toda una serie de medidas tendentes a mantener bajo parámetros aceptables la proliferación del resto de especies, y ahora nos toca a las humanas llevar a cabo esa función reguladora. Pero ya, en vuestros tiempos, mantener controlada por medios en general no cruentos la demografía de cualquier especie, animal o humana, era sumamente fácil. De hecho, esta es una tarea en la que hallaron y hallan ocupación y trabajo numerosas personas que, llevando a cabo ese control, cumplen así con su cuota personal de la debida colaboración social que, a priori y para que esto funcione, de todo el mundo se espera en mayor o menor medida. 

Es legítimo preguntarse, naturalmente, qué pasaría ahora, sin fieras, si la civilización volviera a caer, y no se pudiera por tanto controlar la demografía de los herbívoros. Pero por sorprendente que ello pueda parecer, la solución a tal enigma ya la teníais vosotras mismas, en un fantástico documental, basado en una realidad natural y no en un experimento humano, un audiovisual sobre ciertas regiones de África y los elefantes que en ella habitaban y habitan, y que nunca, que se sepa, han tenido depredador natural alguno. 

En tal escenario, y durante un período de pocas décadas, con paciencia infinita pudo grabarse el ciclo completo: crecimiento demográfico, excesiva presión sobre el entorno vegetal, consiguiente disminución del número de elefantes por falta de sustento material, consiguiente recuperación de la vida vegetal al haber muchos menos elefantes, y vuelta a empezar. 

Y ahora que ya no hay fieras, claro, lo que es aplicable para los elefantes es aplicable también para todos los herbívoros, así que, aún sin nuestra intervención, su número autocontrolarse se autocontrolaría, por ciclos y a lo bestia, como corresponde a su condición animal, pero se autocontrolaría, no sería el apocalipsis para la vida sobre el Planeta. 

No es, desde luego, el más deseable de los escenarios para los seres humanos presuntamente de nuevo caídos en la barbarie, pero no hay en él nada que se pueda comparar a que, de repente, cuando vuelva usted de trabajar, recolectar o cazar, le digan que a su hijo se lo ha llevado una pantera o que se lo ha comido un león. Sí, a lo mejor ha muerto pisoteado por las bestias, pero eso sería una circunstancia accidental mucho más infrecuente y no esencial ni inherente al comportamiento de esas bestias, y el impacto emocional individual y social nunca sería el mismo. 
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Bien, pues ya veré con que proseguiré este blog, ni yo mismo lo sé :-) ... 

saludos cordiales. 
ET & forrest gump. 
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esencia21.wordpress.com
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