dijous, 29 de novembre del 2012

Prueba de verificación

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happy-giraffe.ru

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Querido lectorado: 

Uufff!, ¡qué bochorno! Menudo broncazo me han pegado desde mi estrella de origen. 

Y encima, con toda la razón, porque, ¿cómo puedo haber transcrito ya, por aquí y por allá, una considerable parte de ese omnipresente texto del futuro, y (p... manía de empezar siempre la casa por el tejado) no haber publicado aún un par de cosillas tan elementales como la primerísima introducción y la prueba de verificación de la autenticidad del texto que lo acompaña? 

Y es que no tengo perdón posible. Pero bueno, tal vez, como en tantas ocasiones, más valga tarde que nunca ;-) Ahora, desconcertante, por no decir inquietante, sí que es un poco la cosa, sobre todo por lo que se dice nada más comenzar... Pero, bueno, es lo que hay :-) 


"Pueden creerme o no, pero todo indica que tengo existencia real tanto en este mundo de inicios del tercer milenio del cristianismo como en el (desde el punto de vista de esa época citada), en principio, un tanto remoto futuro año 3.434 de la Era del Gran Descubrimiento, año que, traducido a esa datación de origen cristiano es, ni más ni menos, que el 28.251. 

Y, desde luego, lo que les tengo que contar no es nada precisamente referente a la primera de esas épocas, porque me consta que, sobre eso, no tengo al parecer nada especialmente novedoso o interesante que aportar. Diferente, sin embargo, espero que sucederá con lo que relataré sobre la sociedad y el conocimiento en esa otra época, para la mayoría de vosotras aún desconocida, y adentrada en el incierto futuro. 

Claro, siempre podéis optar por no creeros una palabra de todo esto, y desde luego estaréis en vuestro legítimo (y sano) ejercicio de uno de los derechos más elementales de todo ser humano, poder creerse lo que le venga en gana. Aunque, claro, luego a cada una le tocará asumir las consecuencias, muchas de ellas fatalmente inevitables, de según qué actitudes o comportamientos. 

Bien, ante tan concebible escepticismo, por supuesto se ha introducido la oportuna prueba de verificación, demostrativa de que esto no es un cuento chino. Está al final de todo, pero si vuestra impaciencia o vuestra falta, quizá, de ductilidad de poder de entrada aceptar que hasta lo imposible a lo mejor es posible, id a buscarla, y espero reencontraros, a muchas de vosotras, de aquí a no demasiado...  


Prueba de verificación en sí: 

Tiene, claro, un cierto llamémosle "nivel". Lo siento, pero ya comprenderéis que una cosa tan seria como verificar que este texto procede, en efecto, del futuro y no de las fabulaciones de cualquier mente enfermiza, requiere de una cierta "seriedad", un adentrarse en terrenos que, normalmente, ni de casualidad serían nuestros temas o referentes cotidianos. Pero bien, vamos allá, que tampoco es que se trate de algo absoluta o totalmente inaprensible o incomprensible. 

A estas alturas, y si habéis seguido fielmente el orden del escrito, reservando la lectura de esta prueba para el final, no podrá sorprenderos para nada el saber que tanto nuestro sistema periódico de los elementos químicos como su tabla son las mismas que las vuestras. En cuanto a quienes, por impaciencia o desconfianza, habéis aterrizado prácticamente y directamente aquí, honradamente pienso que las explicaciones que se darán os podrán resultar igualmente válidas, así que adentrémonos en el núcleo de la cuestión. 

Bien. Naturalmente que es normal que el sistema periódico y la tabla de los elementos sean las mismas de siempre, pues no hay otra, y ya se comprende que no van a cambiar la composición y las características químicas del Universo porque, en un pequeño y remoto Planeta, una especie presuntamente racional entre temporalmente en un bucle de auto embrutecimiento. 

Traducido: si bien gráficamente nuestra tabla es mucho más amplia, porque hemos "descubierto" en laboratorio muchos nuevos elementos pesados, y también porque hemos hecho una distribución totalmente simétrica de los diferentes elementos químicos (y claro, hay mogollón de huecos o casillas correspondientes a elementos totalmente inexistentes en el mundo real, o sea, casillas vacías), por lo demás y a grandes rasgos, conservamos vuestras mismas denominaciones de los elementos, y prácticamente toda vuestra simbología, a excepción de unos pocos cambios que se han hecho. 

Os detallo tales modificaciones. En primer lugar, cabe citar el caso del mercurio, que ahora, por simplificar, representamos por la letra M, ya que era una tontería que tuviera un símbolo de dos letras, Hg, correspondiente a una denominación que ni dios conocía, cuando resulta que quedaba disponible para utilizarse la letra M, dado que si bien ya había varios elementos que empezaban por tal consonante, todos llevaban alguna otra letra. Se mantuvo, en cambio, el símbolo del azufre, S, tanto porque sí que hay muchas lenguas en las que se lo denomina con un término empezado por S como porque ya gozaba de la ventaja de tener un símbolo de una sola letra, mientras que la letra A estaba más bien bastante saturada. 

Hay algunas diferencias más. Así, y por darle homogéneamente a toda la familia símbolos de dos letras, y hallándose también ocupada su letra más o menos natural, la P, por el fósforo, se optó por cambiarle al potasio su símbolo hasta entonces, K, por el de Ka, y así queda todo más bonito, Li, Na, Ka, Rb, Cs, Fr... (litio, sodio, potasio, rubidio, cesio, francio,...), si bien, y es la única excepción, se siguió permitiendo el ocasional uso simple de la K de toda la vida cuando figura en el último lugar de cualquier relación y, por ello, no puede dar lugar a confusiones. Por último, está el caso del estaño, que ahora tiene por símbolo En pues, al decidir dejar al azufre con su sencillo símbolo de toda la vida, se consideró conveniente descongestionar la S y, en  virtud de tal argumentación, se efectuó el reseñado cambio. 

¿A qué viene todo este rollo, y qué puede tener que ver con la verificación esperada? Pues mi respuesta sería, bien, mi contestación es que hagáis el favor de mirar el cielo estrellado, y comprendáis que, hace ya mucho, aunque desde el futuro, os indicamos, con sus nombres, los elementos químicos realmente presentes en cada una de ellas en cuotas superiores a la media, porque sabíamos que os ibais a liar con lo de los espectros, e ibais a atribuir erróneamente presencias masivas de determinados elementos en ellas cuando, en realidad, los comparativamente abundantes son otros. 

Así que, para orientaros, pero también como prueba de que todo esto está muy lejos de ser superchería alguna, os dejamos esa información en el propio nombre de las estrellas, nombres que, en vuestra era, nadie sabía muy bien hasta ahora de dónde vienen, lo que es lógico y normal dado, insisto, su origen o procedencia real: el futuro. 

Claro, los nombres por los que finalmente pasaran a ser conocidos las estrellas más súper brillantes del firmamento ya sabíamos que iba a ser el que cada generación o cultura quisiera darle. Además, al tratarse en general de estrellas bastante cercanas, también sabíamos que, en esos casos, las interferencias Rodhes-Benzoaga no os inducirían aún a errores, ni graves ni menores, a la hora de determinar su composición química. 

No obstante, y como así pasó, abrigábamos la esperanza de que los nombres de las demás estrellas, incluidas muchas aún bastante brillantes, quedarían más o menos indemnes, así que eso, pasearos por esos cielos, y mirad que quizá las denominaciones de tan preciosos astros sean las que les dimos nosotras con los verdaderos valores de los elementos químicos proporcionalmente más abundantes que la media. ¿O no? 

Proción o Rigel no se libraron en efecto, lo tenían claro, al igual que el resto de súper brillantes (excepto Altair y otra de las que hablaré luego), de ver desaparecido en la noche de los tiempos los nombres que les asignamos. Sin embargo, otras habitantes de vuestra constelación de Orión tuvieron más suerte, y así, las tres gracias que componen su cinturón, con vuestro permiso y si no os parece mal, de izquierda a derecha se llaman Aluminia Niquelada Tantalio Potasio (Alnitak) la primera, Aluminia Niquelada Lantano Mercurio (Alnilam) su hermana del centro, que en realidad es una prima lejana, y Mercuria India Tantalio Potasio (Mintaka) la de más a la derecha, ésta sí, hermana de la primera y, por lo tanto, igualmente prima lejana de la del centro. 

Ya, una mera coincidencia local. Como la que acompaña a Capella, esa tal Menkalinan, casualmente Mercuria Estaña Potasia Litio Sodio y Nitrógeno (un nombre muy muy largo, claro, pero téngase en cuenta que se trata de una estrella triple) O qué decir de gamma Geminorum, Aluminia Helio Sodio (Alhena), o beta Tauri, Aluminia Sodio Torio (Alnath), y reitero que no estamos hablando para nada de estrellas insignificantes, al contrario, pues todas ellas forman parte del Top-100. En fin, os invito a que vosotras mismas os deis una vuelta por vuestra "Osa Mayor", y a partir de ahí saquéis vuestras propias conclusiones. 

Lo que sí que nos sorprendió de verdad es el que incluso una casi Top-10 del firmamento subsistiera con nuestra original denominación, pero ahí está, Aluminia Tantalio Iridio, la ya mencionada Altair. En cambio, y aunque aún padecía una ligera deformación, por la cuenta que nos tiene, y sabiendo que se ve tan brillante desde la Tierra pese a su incierta pero proporcionalmente considerable distancia (suficiente para que las mencionadas interferencias Rodhes-Benzoaga os despistaran), en todo momento velamos porque se conserve lo mejor posible el nombre de Berilia Teluria Litio Germanio Uranio Selenio, Betelgeuse, sí, o mejor, Beteligeuse, si por favor quisierais terminar de "perfeccionarle" su genuino nombre o denominación. 

Ahora bien, si preferís creer (y nunca mejor dicho, creer) que todo esto pertenece al campo de las meras coincidencias, como el que, poco comprensiblemente, Eta Orionis, a diferencia del resto de estrellas de similar magnitud aparente, carezca de nombre otro alguno, y pretender que ello no tenga nada que ver con que justamente se decidiera por nuestra parte mantenerla así, innominada ---[ como pista de que ese es el sistema estelar por el que acceden normalmente a este Universo nuestras hermanas parauniversales, que más claro no puede estar, ETA (Extra Terrestres Ancestrales) Orionis ]---, pues nada, tranquilas, que ni siquiera la avasalladora luz de nuestro Sol podrá convencer a quien, sin vivir en los círculos polares, quiera creer que aún sigue siendo de noche.  

Podrían ponerse, qué duda cabe, muchísimos otros ejemplos más, pero lo dicho, es mucho mejor que lo descubráis por vosotras mismas, que mirar un poco el cielo nocturno, en el peor de los casos, no os hará ningún mal, y no hay como llegar por los propios medios a la certeza de que determinadas cosas son como son o nos las explican, y no de otra manera. También ayudará, lo reconozco, el progresivo avance en el descubrimiento de que, en muchas zonas estelares, el aluminio es, de hecho, un elemento químico notablemente más abundante de lo que en un principio cabría esperar, como ya sucede con la composición de la propia Tierra. 

Vaya una, resultar que el nombre de las estrellas ni más ni menos que procede directamente... del remoto futuro, al igual que sucede con este abominable mamotreto que tan amablemente estáis leyendo, y que espero que al menos os pueda ser de alguna utilidad, u os entretenga, o quizá, a lo mejor, hasta os haga u os haya hecho pensar."


saludos cordiales. 
ET desalmado & forrest gump. 
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diumenge, 25 de novembre del 2012

¿Habrá Megalópolis en el Futuro (y VII)?

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Como se ha hablado de la incineración y demás, habrá que hacerlo también de la muerte y de la vejez, así que hagámoslo, aunque sin olvidar que el tema general que estábamos tratando era el de las limitaciones de este mundo o de esta sociedad, o las específicas de Ciudad Capital. 

Respecto a la vejez, decir que, aunque solamente sea por solidaridad social, rechazamos ser viejas porque, se diga lo que se diga, son una carga, y hoy en día, cuando aunque solamente sea mediante la VAG podemos tener acceso al saber que haya acumulado cualquier ser humano en el transcurso de su vida, la realidad es que, en general, tales viejas no servirían en concreto para gran cosa, lo que las conduciría al desánimo y hasta a sentimientos de culpabilidad social. Por eso, desde hace ya unos cuantos siglos, prácticamente todo el mundo ha ido aceptando, y yo también lo haré, el itinerario hacia la paulatina y controlada desaparición previsto entre los sesenta y cinco y los sesenta y siete años. 

No hay mucho más que decir al respecto, yo aún solamente tengo cincuenta y seis años, y si bien físicamente todavía me encuentro bien, mentalmente ya me voy notando algo más estúpido cada día que pasa, así que cuando a ello se sume el deterioro físico o el bajón en el número de orgasmos posibles cada día, según y cómo vayan las cosas a lo mejor incluso pido la anticipación de tal proceso que, como mucho, se puede adelantar a los sesenta y un años. 

En cuanto a la muerte en sí, actualmente no la tememos gran cosa, sino en todo caso al dolor que tal proceso pudiera conllevar. Pero en la actualidad, y desde hace ya bastante tiempo, eliminar el dolor de tal tránsito no es problema. Y por lo que respecta a las posibles angustias existenciales y demás en torno a lo de morirse, hoy en día todo el mundo comprende que, planteado desde el punto de vista de la posible supervivencia de nuestra individualidad "humana", solamente existen cuatro posibles escenarios tras el deceso, y que son, a) que la muerte sea el punto final de todo, b) que tras ella se pase a una existencia igual, c) que pasemos a una peor, y d) que pasemos a una mejor. 

La cosa no da para mucho más, salvo que se especule con la renuncia a esa individualidad, pero eso es toda otra cuestión de la que ya se hablará cuando proceda. Vale que mientras no renunciemos a nuestra mente racional un cierto nivel de incertidumbre siempre provocará ese momento de transición, pero qué se le va a hacer, está introducido en el lote de lo que es la vida en sí, y si lo que es tan sólo una incertidumbre no implica padecimiento físico alguno, las cuentas, para nosotras, salen. 

Y en el campo mental las inquietudes tampoco tienen por qué ser excesivas, porque no hay más alternativas que las expuestas, así que si la realidad es la primera de tales opciones, si todo se acaba también acabará la decadencia y ya está, y si no, por mala que sea la vida por vivir, seguro que todas la preferiríamos a la alternativa de nuestra desaparición total. Claro, si encima resulta que se pasa a una igual o mejor, ya no te digo nada.   

¿El resumen? Sabemos que la muerte propia no existe, ni puede existir, pues o bien se desaparece a todos los efectos (es decir, no existe nada, ni "estado" de "muerta" ni de nada, y si algo consciente nos sobrevive, ¿qué mejor prueba de que, a nivel individual, somos inmortales en cuanto para nosotras no puede existir la muerte, sino la mera transición? 

Hay, sin embargo, un reducido número de personas a las que el conjunto social presiona para que no nos abandonen, gente excepcional de la que, razonablemente, aún puede esperarse que aporten alguna idea o composición musical genial, o individuos especialmente dotados en el terreno de la Ciencia Infusa y cosas así, por lo que su vida se puede prolongar bastante más, y en algunos casos hasta han alcanzado los ciento treinta y cinco años de edad. Pero son casos súper excepcionales, y no alcanzan o suponen ni el uno por cien mil de la población. 

Sí, Ciencia Infusa, no se me ha ido la olla. Me estoy refiriendo al caso de aquellas personas que, a partir de escasísimos datos, aunque tampoco sin ninguno, ninguno, son capaces de saberlo o inferirlo todo de casi todo sin haber estudiado nunca nada de nada. No me digáis que no conocéis gente así, no me refiero a las pedantes o fanfarronas que luego en realidad nunca saben nada de nada, sino a esas modestas personas que intentan, dentro de lo posible, pasar razonablemente desapercibidas, hablan lo justo, siempre tienen un criterio racionalmente consistente y bien construido, y aunque por supuesto no son infalibles, lo habitual es que suelan llevar razón. 

Bien, pues a eso, hoy y no tan solo hoy, se lo denomina poseer o tener la Ciencia Infusa, que vendría a ser algo así como el equivalente al buen sentido común, pero en un plano o nivel superior de Conocimiento, y habitualmente con el requerimiento, también, de poseer una mente un tanto excepcional en determinados campos como, por decir algo, el de la improvisación. 


Prosiguiendo de una vez por todas con el tema genérico de las limitaciones de este mundo urbano o planetario, otro hecho sin duda lamentable que implica el vivir en esta gran ciudad, y para el que, por más que se ha estudiado e investigado, no se ha encontrado solución, es el de que, aparte de la maravillosa luna, apenas podemos percibir estrella o planeta alguno desde este nuestro cielo urbano, excepto las más brillantes, Venus, Júpiter, Sirio y demás. A cambio, los días que hay abundantes nubes bajas, el halo de luminosidad que desprende todo este conjunto o conglomerado urbano es uno de los espectáculos más bellos que se pueden dar, y sin contaminación lumínica no tendría lugar. Paradojas de la vida.

No obstante, un cierto número de días al año sí que procedemos al voluntario apagón general en superficie (en la ciudad subterránea carecería de sentido hacerlo), y entonces, si no está muy nublado, claro, en cuyo caso se cambiaría de día, se alcanzan a ver centenares y más centenares de estrellas. Pero que la ciudad de la superficie se quedara permanentemente a oscuras sería un auténtico rollo, porque hasta tendríamos que apagar u ocultar las luces de nuestras viviendas, y la verdad, a todas nos gusta que se vea por dónde y dónde andamos, tanto en casa como en la calle. Así que, como no aceptamos tal permanente oscuridad nocturna, la contaminación lumínica deviene en inevitable.

Para compensarnos de tal fatalidad, los demás días del año, aunque siempre con los haces de luz apuntando hacia el suelo, gozamos de una iluminación nocturna, tanto en la ciudad de la superficie como en la subterránea, de una increible y continua variedad cromática que solamente se puede calificar de espectacular, basada en el continuo y aleatorio, aunque siempre gradual, cambio de color e intensidad que cada segundo pueden tener nuestros concentrados puntos luminosos de temperatura y colores variables o PL200-TCV, en los que cada uno de los dos centenares de potentísimos leds de emisión de que está dotada cada unidad abarcan una gama de a su vez doscientos colores o tonalidades diferentes, siempre con el espectro del Arco Iris como referencia general. 

Hay tantos millones de puntos lumínicos PL200-TCV instalados que, simultaneamente, tan sólo suelen estar dando su luz uno de cada cuatro o cinco de los que existen, yéndose lentamente relevando unos a otros en armoniosas cadencias (incomparablemente superiores a los de vuestros "árboles navideños" los llamabais, me parece), salvo los días señalados, claro, que lo mismo que, de vez en cuando, apagamos por completo la ciudad, también a veces la encendemos a tope, y realmente es la hostia de fantástico cuando la totalidad de nuestra iluminación está al máximo. 

Pero claro, tampoco hay que derrochar por derrochar, y además, pocas cosas hay en esta vida, salvo quizá el comer, los orgasmos o las satisfacciones emocionales equivalentes, que no lleguen a cansar, o puedan llegar a no ser debidamente apreciadas, si se dan con excesiva frecuencia o continuidad.

No obstante estos disfrutes, reconozco que para poder vivir en Ciudad Capital se ha de tener un gran espíritu urbanita, no quizá tan absolutamente exagerado como sin duda es con seguridad el mío, pero bastante de tal espíritu se ha de tener, porque lo que es contacto directo directo con la vida natural, tenemos más bien poco, aunque nos compensamos recreando en nuestras comunas maravillosos entornos naturales mediante la tecnología genérica del 3-D, y teniendo ello la ventaja de que al menos no pasas frío ni calor, ni te molestará el viento o la lluvia, ni la incordiante presencia de formas de vida no humana ni vegetal o mineral. 


Ciudad Satélite, la segunda urbe en importancia del planeta, se halla situada, sobre una superficie de seiscientos cincuenta y un kilómetros cuadrados, en el centro de la misma península que alberga Ciudad Capital, a unos cuatrocientos cincuenta kilómetros al oeste suroeste. Tiene, como se ha dicho, cincuenta millones de habitantes censados, y pese a que a sus habitantes les gusta presumir de su gran autonomía, lo cierto es que el 99'4 por ciento de sus intercambios con el exterior, que es de lo que viven, los tienen con nuestra ciudad.

Ciudad Capital y Ciudad Satélite se hallan unidas, aparte de por la teletransportación, por la más importante y realmente alucinante infraestructura ferroviaria del Planeta, capaz de transportar, en ambos sentidos, hasta cincuenta millones de pasajeros diarios. Naturalmente, todo el trazado de este sensacional suburbano es subterráneo y por plantas, pues la utilización de las tres dimensiones es imprescindible si se quiere que tal megamedio de transporte funcione y no ocupe una cantidad de terreno que, a todas luces, sería excesiva e insostenible. 

Ciudad Satélite es la única ciudad que, aunque realizado a una escala descomunal, tiene un perfil arquitectónico propio de épocas pasadas, porque la población planetaria que no reside habitualmente en ella o en Ciudad Capital lo hace mayoritariamente en ciudades estándar de seis kilómetros cuadrados de superficie y hasta tres millones de población albergable que se crearon con y bajo el mismo esquema de construcción con los que está edificada nuestra Capital Mundial, por lo que parecen bonitos barrios remotos, autónomos y periféricos, de nuestra mayor urbe.  

Distribuidas a lo ancho y largo del planeta, la distancia promedio entre ellas no suele superar los 250 o los 300 kilómetros, aunque tampoco suele bajar de los 100. Demográficamente, sus habitantes son la mayoría súper absoluta de la humanidad, pues, todas juntas, estas ciudades casi acaparan los dos tercios de la población planetaria, o sea, son el doble que quienes vivimos en Ciudad Capital, Mundo Ciudad o Ciudad Planetaria, nombres todos ellos con los que se conoce en todas partes esta incomparable Urbe. 

Está claro que no puedo ocultar el orgullo que siento por la existencia de Ciudad Capital, y personalmente pienso lo que pienso respecto a mi grado de "urbanitismo" porque doy fe de que puedo pasar, y he pasado, años y más años sin abandonar en momento alguno su territorio, aunque la gente, en general, tiende a salir algo más, si bien no mucho más, el teletransporte es caro y, en el fondo, estoy convencido de que a tod@s les encanta tanto como a mí esta preciosa Capital Planetaria, solo que no lo quieren reconocer abiertamente porque hacerlo no es popular.

Finalmente, menos del uno por ciento de la población planetaria se alberga, voluntariamente o por necesidades de su trabajo, en entidades urbanas de menos de veinte mil habitantes, en realidad de bastantes menos, porque lo ordinario es que tengan entre quinientos y mil quinientos habitantes. El teletransporte ha ayudado bastante en nuestros días a hacer posible la vida en estas pequeñas concentraciones que carecen, por insostenibles, de otras vías de comunicación que no sean andando, en bicicleta o en carrito eléctrico automotor de baja velocidad.

Finalmente, y como apunte de corte social dentro de este vistazo tan general sobre los asentamientos en que moramos, reseñar que tanto en Ciudad Capital como en cualquier otro punto del planeta nunca hay, en nuestros edificios de viviendas, ninguna puerta cerrada con llave, y todas se pueden abrir con normalidad desde dentro y desde fuera, no obstante lo cual nadie, salvo los o las pequeñas, suele penetrar en morada ajena sin previamente anunciarse o haber sido invitada. Las puertas de las industrias, de los comercios y de las diversas y numerosas dependencias de la Administración Redistribuidora sí que se cierran, pero exclusivamente para que no se metan las criaturas y, jugando, jugando, se puedan llegar a autoinfligir algún grave daño, o provoquen algún, pequeño o no tan pequeño, desastre a la comunidad. 




---[ ...y, de momento, eso es todo, aunque de fijo que ese un tanto desconcertante o hasta intrigante texto del futuro continuará asomándose constantemente por aquí o por allá....]---  


saludos, salud y solidaridad. 
ET desalmado & forrest gump. 
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diumenge, 18 de novembre del 2012

¿Habrá Megalópolis en el Futuro (VI)?

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estimado lectorado: 



Bien, muy conmovedor y tal la cuestión bebebeológica comentada al final del precedente post, pero hemos de seguir, así que pasemos a nuevas consideraciones, como la de que vivir en Ciudad Capital tiene sus limitaciones de diversos tipos, no siendo precisamente la VAG una de ellas. 

Así, por ejemplo, salvo por una única vez en la vida, no nos está permitido visitar los entornos naturales de esta península, la más occidental del mayor continente del planeta, porque, a poco que nos diera por repetir la aventura, seríamos tantos y tantos millones de personas distribuidas en cada momento por su superficie que el resultado sería fatal, la arrasaríamos aunque no quisiéramos. 

En fin, que una cosa es agrupar a tanta gente en algo que, al fin y al cabo, no deja de ser sino una gigantesca máquina de supervivencia sumamente eficiente como es el caso de Ciudad Capital, y otra muy diferente es que cada fin de semana se desparramen más de mil millones de personas por un entorno natural de poco más de medio millón de kilómetros cuadrados y pretender que ello no tenga consecuencias fatales. En cambio, los habitantes de Ciudad Satélite si que tienen derecho a visitarla cuando quieran, porque solamente son cincuenta millones, y es de las poquitas cosas que les envidiamos.

Y claro, tanto en los territorios que se extienden al norte de esta sensacional ciudad como en las dos penínsulas relativamente próximas situadas hacia el este en este magnífico mar interior, hay también restricciones a nuestra entrada por similares motivos, con lo que las habitantes oficiales y habituales de Ciudad Capital somos las únicas terrestres que si queremos salir de nuestra ciudad hemos de pensar en hacerlo hacia algún destino distante no menos de dos mil kilómetros, Bueno, si que hay unas pocas más en el mundo que comparten nuestra suerte y se ven así, el puñado de millones de personas que viven en las islas Norte y Sur situadas al este del menor de nuestros continentes no congelados.

Tampoco podemos, en Ciudad Capital, pasear libremente por su superficie, porque si ya se estima que nuestra población esquilmaría un territorio de más de medio millón de kilómetros cuadrados, ¿que no sucedería si nos desparramáramos por nuestros escasos trece mil quinientos kilómetros cuadrados de superficie vegetal de los que, es un decir, "disfrutamos" en esta ciudad? 

No, salir a pasear por la superficie es difícil, aunque sea sin salirse de sus cuatro mil quinientos kilómetros cuadrados dedicados a vías de comunicación (de uso exclusivo para peatones, bicis y asimiladas, claro), y solamente se puede hacer si se dispone de los correspondientes slots, que en la mayoría de los casos, y una vez agotados los poquitos gratuitos que semanalmente nos corresponden, no solamente son de pago, sino que además son bastante caros. 

Así, un pase de un par de horas en un horario normal no te baja de los cinco HSB, y en la hora y puntos cargadas una simple hora te puede llegar a costar cincuenta o más. A cambio, desde nuestros apartamentos disponemos siempre de unas vistas impresionantes, en las que están mezcladas, eso sí, pero con la máxima armonía posible, nuestro gigantismo urbano y los encantos propios y primigéneos de la Naturaleza. 

Hay bastante polémica con esto de los slots, y algunas afirman que, en realidad, básicamente sólo están siendo, como cualquier otra cosa, un instrumento más en manos de la Administración Redistribuidora para permitirle efectuar buenas recaudaciones por tal vía, y que, salvo muy puntualmente, no pasaría nada si a la gente se la dejara acceder a la superficie libremente, como actualmente ya está permitido hacerlo a partir de las doce de la noche y hasta las cuatro de la madrugada. 

A mí no me acaban de cuadrar esas otras cuentas, sobre todo los días en que albergamos a toda la población mundial, y como al final, en caso de extrema necesidad, siempre encuentras a alguien que te ceda generosamente alguno de sus pases, la realidad es que no sé qué pensar exactamente acerca de la cuestión, ya que bien a la vista está que, argumentalmente, enseguida me pierdo con este tema. 

Y de ir a la playa ya mejor ni hablemos. Tan escasísima es la proporción de metros cuadrados para los habitantes que tiene la ciudad, que hace ya tiempo que se decidió que las estancias en las playas urbanas se sortearían todas en su integridad, día a día y sin preferencia de tipo alguno, y así estoy yo, que hace un par de años que no me toca ninguna. 

No obstante, tomamos el sol y hasta nos bañamos, pues para eso disponemos de las inmensas terrazas de los megaedificios en que habitamos, no las de los sub-bloques, sino las que coronan los armazones generales de nuestros inmuebles, sean éstos de viviendas o de equipamientos, teniendo todas ellas allí al menos una piscina. Y a pesar de que las aglomeraciones siguen siendo grandiosas, al menos un cierto ratito durante un cierto número de días del año se puede estar, y hasta es posible darse algún chapuzón. 

Por supuesto, y por relatar limitaciones de otro tipo (y ésta, además, de alcance no solamente urbano, sino planetario), está totalmente prohibido enterrar los cuerpos de las humanas fallecidas, pues carece de sentido tamaño despilfarro de recursos, aparte de que por tal camino solamente sería una cuestión de tiempo el que el planeta se convirtiera, todo él, en un ilimitado cementerio, estamos hablando de unos veinticinco mil millones de "traspasos" cada siglo. 

En lugar de los tan abominables y absurdos como macabros enterramientos ---[ normal el que, en vuestra época, se pudiera montar tanta peli de terror en base a ellos ]---, con nuestros despojos se puede elegir (y así se hace en vida), entre incinerarlos, convertirlos en un producto que, para que nos entendamos, llamaré Soylent Green (producto que tiene una cierta salida, si bien a la mayoría, aunque haciéndonos las valientes lo hayamos probado en alguna ocasión, y también reconozcamos que no está mal de sabor, nos sigue dando bastante repelús), o abandonarlos en las áreas naturales para su reciclado por vías totalmente ecológicas. 

La incineración (para mí, el método ideal, ya que devuelve prácticamente todo a la atmósfera, y por tanto al Planeta, en un plazo de tiempo brevísimo y en forma de gases),  es un servicio universal y gratuito. Por lo del Soylent Green te pagan algo si quieres, y lo de las vías totalmente ecológicas sale bastante caro y es de compleja tramitación, por lo del transporte y tal, y porque es bastante incoherente, ya que, paradójicamente, es la menos sostenible de todas estas prácticas u opciones, y la que requiere de un mayor gasto de energía, pues carece de reaprovechamiento energético posible alguno, salvo que nos comiéramos a los cuervos u otros bichos así, cosa que por supuesto no lo hacemos ni en pintura. 




saludos cordiales :-) 
ET el desalmado & forrest gump. 
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divendres, 16 de novembre del 2012

¿Habrá Megalópolis en el Futuro (V)?



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Pasemos a otros temas, probablemente nada irrelevantes, de nuestra cotidianeidad ciudadana. Vamos allá. 

La Vídeo Audio Grabación, o VAG por sus siglas, está por todas partes pero, contra lo que pudiera en principio pensarse, ello no parece cohibirnos para nada o, al menos, eso es lo que nos gusta pensar, porque atribuimos la práctica ausencia de delitos que hay en nuestra sociedad a que, simplemente, somos felices y por ello somos así, y si bien comprendemos que la presencia de la VAG difícilmente puede en principio alentar a nadie a la comisión de delito alguno, también se puede contraargumentar que, al llegar a poder saberse por tal sistema de registro cosas que, de otra forma, habrían pasado totalmente inadvertidas o desapercibidas, ello podría provocar delitos por parte de quien por tal medio se enterara de algo que para nada fuera de su agrado. 

Un argumento adicional, no atribuible a los posibles efectos de la VAG porque sucedió con anterioridad a su implantación, refuerza lo aquí comentado sobre nuestra desinhibida conducta ante la vídeo audio grabación, y es el hecho de que las humanas hemos recuperado un bastante pleno uso de nuestras innatas capacidades telepáticas, capacidades que, sabemos, tienden a ser inhibidas y dejadas de lado ante la imperiosa, comprensible y feroz defensa de la intimidad que se veían forzadas a llevar a cabo las personas si querían poder sobrevivir en sociedades que, por el motivo que fuere, no brindaban a sus ciudadanas, ni por asomo, los mínimos e imprescindibles umbrales de libertad requeridos para el correcto desarrollo de esta tan transcendente facultad de comunicación. 

Y existiendo tal telepatía siempre multidireccionalmente orientada, lo que implica que nunca sepas con certeza quién, quienes o cuántas pueden estarte tal vez "escuchando", ¿qué cosa oculta o maldad se va a poder temer, entonces, que nos descubra la VAG? 

No obstante, no por ser aceptablemente telépatas hemos renunciado al móvil, porque siempre viene bien tener un respaldo por si la telepatía falla, que lo hace, a menudo, aparte de que es difícil alcanzar el debido nivel de precisión con gente a la que no has conocido o ni siquiera visto en tu vida, y en este Planeta somos, recuerdo, más de quince mil millones de habitantes. 

Pero entre quienes nos conocemos y tenemos una cierta relación (no digamos ya con aquellas con quienes hemos llegado a establecer relaciones íntimas completas), la telepatía sí que es hoy en día moneda corriente, en general basta con ése que los individuos se conozcan algo, y no como en otras épocas en que, si se producía algún puntual destello telepático en la vida de las personas, era tan solo allí donde los ligámenes emocionales fueran especialmente intensos, madre con hijas, o personas que llevaban mucho tiempo compartiendo un mismo techo, o cosas así.

Así que, si ya estábamos abiertas a la telepatía, ¿que más nos podría dar si se implataba la VAG o no? En todo caso, el hecho es que la gran hermana está en todas partes, y si, aunque sea de un modo inconsciente, ello supone la esclavitud o el precio que hemos de pagar hoy en día por tener un sistema social como el nuestro, no nos parece un importe caro en comparación con esas gaitas de tener que andarse realmente ganando cada día la subsistencia que tan bien conocíais y pagabais como tributo en vuestro detestable modelo. 

Porque ambos temas están íntimamente relacionados, aunque de entrada no os lo parezca, pues naturalmente que bajo un sistema con jerarquizaciones personalizadas sí que nos opondríamos, tajantemente y a más no poder, a que esta video audio grabación existiera. Pero cuando estás en una sociedad en la que, aparte de haberse alcanzado importantes estándares de socialización, a nivel de individuos nadie es más que nadie, la cosa cambia bastante. 

Y, aunque en principio son de libre acceso, nadie se dedica, excepto tal vez niños o niñas, a cotillear porque sí los archivos donde están guardadas, para la posterioridad, la totalidad de las peripecias vivenciales de todas y cada una de las personas humanas que vamos habitando este Planeta, y así nos gusta ver a la VAG, como nuestra memoria histórica colectiva, al fin también con soporte material en el mundo físico.

Y tampoco se han de confundir con la VAG las en su momento mencionadas filmaciones de las Escuelas Primarias de Sexualidad, que solamentre se llevan a cabo, insisto, si existe el consentimiento previo de todas las participantes, y que son con diferencia el número uno de las cosas que se baja la gente de la red, siendo buena parte de sus demandantes el público femenino, porque suelen estar repletas y cargadas de auténtico y genuino amor, afecto, cariño y emoción, y también de bullicio, risas y constantes comentarios más o menos ardientes, lascivos, o subidos de tono. Porque esa es otra, hay que ver lo que les gusta a las mujeres hablar mientras hacen el amor cuando su boca no está completamente llena con algo más o menos comestible con lo que hayan tropezado en el transcurso del ardoroso y más o menos multitudinario encuentro de turno. 

Mucha telepatía, pero ni aún así paran de hablar, aunque está muy bien, suelen erotizarnos bastante con sus expresiones verbales, y todas aceptamos y reconocemos que ellas son las verdaderas maestras, y nuestras mentoras y guías, en las cuestiones comunicativas y emocionales. Por lo demás, en general a nadie hoy en día, salvo quizá a los niños por documentarse, parece interesarle ver imágenes de sexo por el sexo, y ese producto prácticamente carece de salida desde hace mucho tiempo, por lo que nadie lo hace en la actualidad, así que mucho menos lo iban a hacer nuestras respetables y respetadas Escuelas de Sexualidad. 

E incluso los niños, aunque sí que les puede interesar a veces lo de ver, ni maniatados se prestarían a sumergirse realmente en aventura alguna de corte exclusivamente sexual, pues ello chocaría frontalmente con su probada superioridad emocional, equiparable a la de las mujeres y claramente por encima de la del adulto varón, así que eso es lo que hay. Definitivamente, y sobre estas cuestiones, vuestros tiempos y los nuestros no tienen nada en común, afortunadamente para nosotras.

Que sí, que los tíos nunca seremos tan emocionales, por más libres que seamos. Por ejemplo, hoy en día, aunque casi siempre es de alegría o por emocionado agradecimiento, y casi nunca de pena, llorar se sigue llorando, y mientras que tanto los niños como las mujeres transitan con cierta facilidad y soltura por los senderos de la lágrima viva agradecida o divertida, los tíos no tanto, y como es un hecho que está ahí, pues eso, que la vida es así. 

En cuanto a los medios de comunicación audiovisuales tradicionales, la máxima cuota diaria de audiencia, tanto absoluta como relativa, se produce cada noche cuando la Audiovisión Planetaria Pública, siempre en súper neo estéreo y 3-D, emite durante cinco a quince minutos lo grabado en el día en la guardería o jardín de infancia de turno, con el especial protagonismo de bebés de entre quince y veinticuatro meses. El resto de cadenas, conscientes de tal realidad, a menudo emiten esas mismas imágenes conectando en cadena, por no perder audiencia, pero la preferencia de la gente por la cadena estatal sigue siendo mayoritaria, al menos a esa hora. 

Quien acertó a pensar en esta especie de cotidiana información "bebebeológica", como se la denomina (pese a que le sobra una sílaba "be"), se ha de reconocer que, bendita sea, dio de lleno en el blanco. Pero claro, hace ya tantos siglos que se emite que nadie se acuerda de a quién se le pudo ocurrir originalmente tan afortunada idea, si bien mayoritariamente se tiende a pensar y a opinar que, con toda probabilidad, debió de ser alguna mujer quien concibiera algo así. 



saludos cordiales. 
ET el desalmado & forret gump. 
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dilluns, 12 de novembre del 2012

¿Habrá Megalópolis en el Futuro (IV)?

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Las bicicletas, tanto las individuales como las multi tándem o los prácticos bici buses de todos los tamaños, por descontado que también tienen sus propios viales segregados, aunque han de compartirlos con las patinadoras y, eventualmente, con el escaso tránsito de carritos eléctricos que hay. Todas ellas disponen, para su circulación y en función de las velocidades requeridas o permitidas (cero a veinticinco kilómetros por hora las lentas y de quince a cuarenta las veloces), de dos entramados segregados, aunque interconectados, de calles independientes. 

Bien, estos son los valores aproximados en kilómetros por hora, la medida que normalmente utilizabais, pero nosotras las velocidades de desplazamiento preferimos expresarlas en metros por segundo porque pensamos que es incomparablemente más descriptivo y permite hacerse una idea mucho mejor de los riesgos que tales velocidades pueden ya implicar. 

¿En que se basa tal afirmación? Bueeeno, todo el mundo tiene en mente cuánto es, más o menos, un metro, y conciencia de lo poco que es un segundo, y mientras que cuarenta kilómetros por hora no deja de ser un concepto más o menos abstracto, y hasta puede parecer una velocidad insignificante, recorrer (y es idéntica velocidad) nada menos que once metros en un solo segundo, al poderse fácilmente traducir a lo que ello significaría en un espacio cerrado, no tiene ya nada de despreciable, y transparenta mucho más lo peligrosa que, para la integridad física humana, puede llegar a resultar ya tal velocidad, dado que la violencia de los impactos es la misma independientemente de que tengan lugar en un espacio abierto o en uno cerrado. 

Correr, correr, más bien corremos poco, porque sabemos que hacerlo en exceso perjudica seriamente la salud, y si no, que se lo pregunten a cualquiera de nuestras ex-deportistas de élite, y ello pese a que solamente lo hicieron durante un cierto período de su vida. Pero, en todo caso y en la comparativa con la bicicleta, correr representa una peor relación entre el esfuerzo realizado y la distancia recorrida, aparte de que las rodillas no solamente han de soportar las tensiones derivadas de todo el trabajo muscular que hace posible el desplazamiento, sino que también han de cargar, a constantes y repetidos impactos regulares, con el peso general del cuerpo, cosa que no sucede con el biciclo, donde el peso reposa en el pompis, en el sillín y, finalmente, en las ruedas. Es lo que hay. 

Pero bueno, os preguntaréis quizá, en una sociedad tecnológicamente tan avanzada, ¿que ha pasado con las controversias y debates en torno al uso, público o privado, del automóvil? Pues sencillamente que, dado que por ciudad no se podría utilizar, pues los atascos que se producirían serían monumentales, y como los costes económicos y medioambientales de construir o mantener las imprescindibles infraestructuras necesarias para permitir su posible uso en desplazamientos medios o largos serían tan absolutamente prohibitivos, el resultado final es para nada echamos de menos el vehículo privado. En todo caso, ya aprendimos hace bastante tiempo a no perseguir sueños materiales imposibles o no compatibles con la equidad y la justa redistribución de los medios y de la riqueza.  

Así que esas controversias sobre el posible uso público o privado del automóvil desaparecieron hace ya mucho, y los pocos vestigios de su uso que quedan se reducen prácticamente a esos mencionados carricoches eléctricos, de tan escasa aceptación que el propio parque con el que, al efecto, dota la comunidad a la ciudad (ya extraordinariamente parco de por sí, dos carricoches por cada diez mil habitantes), normalmente no llega a registrar tasas de utilización ni del veinte por ciento, pues prácticamente carecemos de población con problemas de movilidad que eventual y razonablemente pueda necesitarlos. 

En cuanto al necesario abastecimiento de bienes, un complejísimo sistema de cintas transportadoras que transcurre por debajo de la ciudad subterránea habitable hace llegar hasta cada mega inmueble los suministros que precisos fueren, y en éstos, mediante ascensores, carretillas y robots móviles, se distribuyen adecuadamente arriba y abajo, lo que en conjunto deja al automóvil en la situación que se ha reseñado de pura marginalidad. 

Bien, sigamos. Otro capítulo nada despreciable en la gestión de esta súper macrociudad es el suministro de agua y el tratamiento de residuos en general. Diariamente, y a pesar de los prodigios alcanzados hoy en día en su reutilización, gigantescas tuberías canalizan de ida y vuelta un caudal de agua, digno del mayor río del Planeta, que puede llegar a ser ligeramente superior al kilómetro cúbico al día, pues todo ha de estar dimensionado para cuando nos juntamos aquí prácticamente todas las humanas de la Tierra, aunque la que circula diariamente viene a ser un tercio de esa cantidad, agua que proviene de las sesenta y ocho desalinizadoras MTQ2424 con capacidad individual para suministrar hasta un hectómetro cúbico por hora. Como todo el mundo, visité una de ellas en el período de mi formación escolar, y también como todo el mundo, excepto quienes allí trabajan, no he vuelto jamás a poner los pies en una de ellas.

Un kilómetro cúbico de agua diario puede parecer mucho, de cara a la sostenibilidad, pero este precioso mar interior del planeta tiene millones de ellos, y somos muy escrupulosas en devolverle puntualmente, y de forma lo suficientemente redistribuida para que no le sea perjudicial, los productos que se obtienen como resultado del proceso de desalación, aunque hay quienes opinan que no se deberían devolver las sales excepto quizá la de iodo, porque el nivel de salinidad de estas aguas ya es, de por sí, superior a la media de los océanos. 

No tomo partido. En todo caso, la realidad es que se le devuelve al mar prácticamente todo lo que temporalmente se toma prestado de él, incluida, por supuesto, la propia agua, y por si les resulta curioso, les diré que algunos de los subproductos que se obtienen en estas desaladoras son el platino, el oro y la plata en polvo, en cantidades muy pequeñas, por supuesto, pero algo se va sacando, y es lo único, aparte de algún que otro metal más, que no se le devuelve, en el proceso global, a este hermoso e ideal conjunto de aguas interiores que baña nuestras costas.

Y es que no hay como disponer de fuentes de energía prácticamente infinitas. No obstante, ya se han alzado algunas voces que reclaman que se comience a estudiar la posible viabilidad de empezar a enviar fragmentos de asteroides hacia la Tierra, más que nada por si algún día, en el futuro, viniera bien tenerlos más a mano para su utilización como materia convertible en energía. Sin embargo, las expertas lo que dicen es que lo que tiene que hacer la gente es dominar algo más la magnitud de las cifras que se manejan en el proceso de conversión de un solo gramo de materia en energía, y dejarse en paz de chorradas.

Se requieren unas espectaculares cantidades de energía para que una ciudad como ésta funcione, qué duda cabe, pero, por lo demás, tampoco es que seamos especialmente derrochadoras. Todos los muebles, artefactos y robots se fabrican para una duración mínima de cincuenta años, y hasta en el vestido somos bastante espartanas, una vez se vio que no la constante adquisición, sino el intercambio y la reconversión de unas piezas de ropa en otras, y vuelta a empezar, era el camino ideal para que la ciudadanía pudiera satisfacer la, para al menos uno de nuestros sexos, indudable e ineludible necesidad de singularizarse en cuanto a lo del vestir se refiere, pasando así a contemplarse un escenario realmente sostenible aunque todo el género humano se entregara a ese coser y descoser, diseño por aquí, diseño por allá, siempre con la inestimable ayuda de nuestros simpáticos y en todo momento amables sastres-robots. 

Y quien habla de la ropa, habla de muchas otras cosas. Nuestras diversas andróminas son muy bonitas, útiles y de gran calidad, y vivimos en un mundo en el que nos hace mucha ilusión espontáneamente regalar a quienes amamos o admiramos nuestras más queridas pertenencias, incluso el móvil, y también nos gusta mucho intercambiar, por lo que el posible hastío que tal vez podrían llegar a producirnos algunas de estas estimadas pertenencias al estirarse años y más años en nuestro poder no llega a suceder porque, mucho antes, ya se lo habremos regalado a alguna otra persona. Fácil y sostenible, ¿no? 
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saludos cordiales. 
ET & forrest gump. 
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dijous, 8 de novembre del 2012

¿Habrá Megalópolis en el Futuro (III)?

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estimados lectores o lectoras: 

Pues nada, no perdamos el tiempo, y vayamos de cabeza :-) a ese texto del futuro con el femenino como genérico del lenguaje. 
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Caminar por las calles de nuestra ciudad puede resultar (vaya, nos resulta), la mar de entretenido. Claro, mayoritariamente lo hacemos por las de la ciudad subterránea, las únicas de libre acceso, y por las que a menudo solemos ir en pelotas dado que la temperatura está regulada para permitirlo, si bien cierta conspicua y numéricamente nada desdeñable parte de la población, aduciendo sistemáticamente que hace más bien fresquito aunque su sudor desmienta tal aserción, para nada renuncia a seguir luciendo sus lindos modelitos y tal. 

Si bien cuando los trayectos a recorrer son muy largos hacemos uso de los patines, las bicicletas o del trasporte público sobre raíles, como raramente tenemos prisa para nada, si calculamos que el desplazamiento no nos va a llevar más de media hora, o nos sobra el tiempo, o simplemente nos apetece, nos echamos a la jungla, y nos sumimos en el mar de personas que habitualmente las ocupa, y cuando vamos solas difícilmente nos resistimos a la tentación de entrar en una, aunque sana, poco disimulada competición con el resto de paseantes solitarias, para ver quien es más rápida, sí, pero sobre todo para ver quién es capaz de efectuar las mejores trazadas, aparte del caso particular de quienes en todo momento van jugueteando con los dibujos geométricos de variado colorido y diseño que, para darles más alegría, aquí y allá salpican las calzadas, con dos bandos rivales incapaces de forma alguna de comprenderse entre ellos, el de quienes van pisando o pisoteando todas estas marcas de la calle, y el de quienes no pisan ninguna así las maten. Confieso que yo soy de estas últimas. 

Luego están los huecos de los omnipresentes árboles que invaden todas nuestras calzadas peatonales, como no cabía esperar menos de una sociedad que tan desarrollado tiene todo lo relacionado con los cultivos hidropónicos, huecos que soy de las poquísimas personas que no dudamos en pisarlos si con ello podemos mejorar la trazada o esquivar a otras transeúntes, siendo ello no obstante correcto desde el punto de vista de este juego del desplazarse, no cayendo en "falta de pie" salvo en el caso de que en tal hueco de árbol que pisemos haya arraigado algún pequeño brote de vete a saber qué encantadora vida vegetal. 

Cierta parte de la ciudadanía solicitó que, para facilitar el tránsito, tales huecos se cubrieran con algún tipo de material, pero ganamos quienes dijimos que nos gustaba más, por darle ello un aspecto más natural, que el pie de los árboles estuviera rodeado de tierra que no de madera, cemento o metal.

Aunque no descalifican las maniobras que, a fin de esquivar o rebasar transeúntes, se puedan efectuar apoyándose o ayudándose físicamente con los árboles o el mobiliario urbano en general, ello supone una sanción, técnicamente "toque de red con pérdida del punto", porque si bien bajo según qué circunstancias puede no sancionarse el simple roce con los vegetales, no está permitido en cambio (por más que tan solo sea con el zurrón o bolso), ni siquiera rozar los elementos urbanos, bancos, indicadores y demás. Entre las humanas sí se permite el roce si es de todo punto accidental, aunque si se llega a la colisión, entonces se sanciona a quien la provocó, cargándola con un "break", "break" que se otorga a quien la padeció. 

Nuestros móviles, con capacidad de reproducción tanto de audio de alta fidelidad como de secuencias o imágenes realmente tridimensionales, y por supuesto dócilmente manejables mediante la voz, entre otras muchas funciones también pueden ejecutar la de medir con precisión de milímetros cuánta distancia real hemos recorrido, o cuánto hemos perdido o ganado respecto a lo que habría sido el trayecto si se hubiese caminado en todo momento por el centro de la calle sobre la línea amarilla que marca el denominado "trayecto neutral". 

Estos datos se suelen compartir y enviar a la Red, quien automáticamente nos comunica si hemos batido algún récord personal, local, o mundial, la posición que hemos ocupado en el ránquing colectivo, y todo tipo de datos chorras así, pero que te sirven para constatar si desplazándote has tenido un buen día o solamente uno normal. 

Ganarle quince metros al trayecto neutral significa obtener un "break", y se padece uno si se pierden esos mismos quince metros, o nos vemos detenidas por atascos más de 1'49 segundos, o se corretea durante más de 3'49 segundos en más de tres ocasiones en el transcurso de la excursión, o... Bien, el reglamento concreto es bastante complejo, así que vamos a dejarlo aquí antes de liarla más.  

Claro, para terminar de completar el seguramente en apariencia posible escaso encanto de este juego, he de aclarar que, en numerosas de estas calles y avenidas, se simultanea la presencia real de seres humanos con proyecciones de imágenes tridimensionales que intentan reproducir el desatentado tráfico de vehículos particulares que también nos asoló a nosotras en su momento, aunque por lo menos la locura fue a base de cacharros esencialmente eléctricos. 

El caso, y a lo que voy, es que si, por más leve que sea la cosa, eres "rozado" ni que sea levemente por cualquier vehículo virtual a motor, pasas a padecer un clamoroso break si el "automóvil" o "moto" cumplía las normas de tráfico, break que te es de inmediato comunicado por el móvil, aparte de que circunstancias así pueden llegar a provocar algún "accidente" o atasco, por supuesto exclusivamente virtuales, que a veces pueden llegar a ser fascinantemente espectaculares. Cuando, por el contrario, el "vehículo" infringía alguna de las normas de tráfico, e independientemente de que una también las estuviera "incumpliendo", el break pasa a ser a favor del peatón, privilegio que le corresponde por ir completamente "desarmado", es decir, sin incorporar motor ni siquiera rueda alguna. 

Las viandantes que no desean participar en el juego ni interferir más allá de su presencia física en el de las demás, simplemente pasan a off su opción de juego, y a veces se divierten tanto viéndonos triunfar como, en su caso, fracasar, momentos en los cuales nos suelen felicitar o abuchear, según corresponda. Bien, o mucho más habitualmente, quienes no participan ignoran a quienes sí que "jugamos", cosa que es de lo más natural. 

Por más pueril que pueda parecer todo esto, que ciertamente no es que lo parezca, es que sin duda lo es (lo que sin embargo tampoco le resta valor alguno, hasta ahí podríamos llegar, ni le quita capacidad adictiva), el caso es que entre esto y lo otro y lo de más allá, encontramos bastante divertido lo de caminar por estas calles tan repletas de gente, siempre pendientes de esquivar cualquier tipo de tráfico frontal o lateral y demás. 

Así es, calles abigarradas de gente, hasta el extremo de que, en su momento, algunas mentes desatentadas también propusieron instalar, en esta nuestra Ciudad actual, semáforos peatonales, idea que fue de inmediato rechazada con ira y aviso de desobediencia civil por la inmensa mayor parte de la ciudadanía, ya que otro nada menospreciable encanto del placer de andar por nuestras calles consiste en que, una vez cogida la adecuada marcheta y si se es lo suficientemente hábil, se puede caminar y caminar indefinidamente sin parar, mientras adelantamos o nos cruzamos con tanta agraciada fisonomía como las pueblan. 

Y encima, sabiendo que con una cosa tan sencilla como este caminar, y realmente sin gran esfuerzo, ayudamos a mantener tanto la sostenibilidad medioambiental como la propia vigorosidad que nos caracteriza. Nada exagerado tampoco esta vigorosidad, nuestras musculaturas exhiben un nivel de desarrollo y una consistencia normales, lo natural, nada desproporcionado o exagerado que tampoco tendría sentido. 

A esta forma de caminar tan enérgica y competitiva la denominamos hacer "senderismo urbano", y cuando alguna cuestión social o tema candente de importante transcendencia acapara nuestra atención, es frecuente que, al pasear, nos pongamos un pañuelito al cuello cuyo color indique hacia dónde va más o menos nuestra opinión y posición, llegando a veces incluso (si bien siempre andando, pues corriendo sería ya una actividad no exenta de riesgo), a pasar a desplazarnos lo más velozmente posible formando, con quienes portan el distintivo del mismo color que el propio, cadenas humanas más o menos largas. A las niñas sí que se les permite correr en cadenas, pero solamente hasta que cumplen los trece años. 

Si realmente somos mogollón quienes llevamos un pañuelito del mismo color, y vemos que podríamos entrelazar cadenas y así, poco a poco, ir encerrando y colapsando el tráfico de la ciudadanía, avisamos de en qué día en concreto lo pensamos hacer, y en tal fecha intentamos, a veces con éxito, retener y rodear al resto de nuestras pacíficas conciudadanas, a quienes no dejamos salir hasta que, siempre de buen rollo, nos den su opinión concreta, pero siempre sincera, sobre el debate que haya provocado que llegáramos a tales extremos. 

Nadie se lo toma nunca a mal, y por supuesto que, si se empeñan, dejamos salir a la gente sin que nos digan si piensan que rojo, azul o amarillo, pero la inmensa mayoría suelen siempre opinar, que es de lo que se trata, y encima muy frecuentemente hasta nos dan las gracias, tanto por haber planteado el tema como por nuestra determinación en socialmente debatirlo. A las niñas, claro está, las dejamos en todo momento filtrarse ágil y libremente hacia y por donde quieran sin que tengan que dar ningún tipo de explicaciones, pues acudir acuden porque se lo suelen pasar bastante bien, y también ahí aprenden dialéctica, lo que es bastante importante. 

Personalmente, y siempre andando, a veces también juego, cosa tonta donde las haya, a caminar por la senda del Sol, que consiste en, a la hora del atardecer, avanzar con tal estrella a mis espaldas hasta que al final, por ponerse el astro ya del todo, su luz empieza a, de abajo a arriba, no poderme alcanzar, momento en el que confío en que, como nos quiere tanto, alguna parte de mí será elevada junto con su luz por encima de esta, aunque querida, tan material Tierra. 

Muy lírico, ñoño o romántico, lo sé, y también me temo que también absurdo porque, para empezar, raramente puedo jugarlo con el Sol realmente de verdad, y menos mal que no le da por seguir tal juego sino a unas pocas tronadas como yo porque, sí no, a los atardeceres se organizaría cada día un atasco unidireccional de madre y muy señora nuestra. 
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saludos, Salud y Solidaridad. 
ET & forrest gump. 
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