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estimados lectores o lectoras:
Pues nada, no perdamos el tiempo, y vayamos de cabeza :-) a ese texto del futuro con el femenino como genérico del lenguaje.
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. estimados lectores o lectoras:
Pues nada, no perdamos el tiempo, y vayamos de cabeza :-) a ese texto del futuro con el femenino como genérico del lenguaje.
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Caminar por las calles de nuestra
ciudad puede resultar (vaya, nos resulta), la mar de entretenido. Claro, mayoritariamente lo hacemos
por las de la ciudad subterránea, las únicas de libre acceso, y por las que a
menudo solemos ir en pelotas dado que la temperatura está regulada para
permitirlo, si bien cierta conspicua y numéricamente nada desdeñable parte de
la población, aduciendo sistemáticamente que hace más bien fresquito aunque su
sudor desmienta tal aserción, para nada renuncia a seguir luciendo sus lindos
modelitos y tal.
Si bien cuando los trayectos a recorrer son muy largos
hacemos uso de los patines, las bicicletas o del trasporte público sobre
raíles, como raramente tenemos prisa para nada, si
calculamos que el desplazamiento no nos va a llevar más de media hora, o nos
sobra el tiempo, o simplemente nos apetece, nos echamos a la jungla, y nos
sumimos en el mar de personas que habitualmente las ocupa, y cuando vamos solas
difícilmente nos resistimos a la tentación de entrar en una, aunque sana, poco
disimulada competición con el resto de paseantes solitarias, para ver quien es
más rápida, sí, pero sobre todo para ver quién es capaz de efectuar las mejores
trazadas, aparte del caso particular de quienes en todo momento van jugueteando
con los dibujos geométricos de variado colorido y diseño que, para darles más
alegría, aquí y allá salpican las calzadas, con dos bandos rivales incapaces de
forma alguna de comprenderse entre ellos, el de quienes van pisando o
pisoteando todas estas marcas de la calle, y el de quienes no pisan ninguna así
las maten. Confieso que yo soy de estas últimas.
Luego están los huecos de los omnipresentes árboles que
invaden todas nuestras calzadas peatonales, como no cabía esperar menos de una
sociedad que tan desarrollado tiene todo lo relacionado con los cultivos
hidropónicos, huecos que soy de las poquísimas personas que no dudamos en
pisarlos si con ello podemos mejorar la trazada o esquivar a otras transeúntes,
siendo ello no obstante correcto desde el punto de vista de este juego del
desplazarse, no cayendo en "falta de pie" salvo en el caso de que en
tal hueco de árbol que pisemos haya arraigado algún pequeño brote de vete a
saber qué encantadora vida vegetal.
Cierta parte de la ciudadanía solicitó que,
para facilitar el tránsito, tales huecos se cubrieran con algún tipo de
material, pero ganamos quienes dijimos que nos gustaba más, por darle ello un
aspecto más natural, que el pie de los árboles estuviera rodeado de tierra que
no de madera, cemento o metal.
Aunque no descalifican las maniobras que, a fin de
esquivar o rebasar transeúntes, se puedan efectuar apoyándose o ayudándose
físicamente con los árboles o el mobiliario urbano en general, ello supone una
sanción, técnicamente "toque de red con pérdida del punto", porque si
bien bajo según qué circunstancias puede no sancionarse el simple roce con los
vegetales, no está permitido en cambio (por más que tan solo sea con el zurrón
o bolso), ni siquiera rozar los elementos urbanos, bancos, indicadores y demás.
Entre las humanas sí se permite el roce si es de todo punto accidental, aunque
si se llega a la colisión, entonces se sanciona a quien la provocó, cargándola con un "break", "break" que se otorga a quien la
padeció.
Nuestros móviles, con capacidad de reproducción tanto de
audio de alta fidelidad como de secuencias o imágenes realmente
tridimensionales, y por supuesto dócilmente manejables mediante la voz, entre
otras muchas funciones también pueden ejecutar la de medir con precisión de
milímetros cuánta distancia real hemos recorrido, o cuánto hemos perdido o
ganado respecto a lo que habría sido el trayecto si se hubiese caminado en todo
momento por el centro de la calle sobre la línea amarilla que marca el
denominado "trayecto neutral".
Estos datos se suelen compartir y
enviar a la Red, quien automáticamente nos comunica si hemos batido algún
récord personal, local, o mundial, la posición que hemos ocupado en el ránquing
colectivo, y todo tipo de datos chorras así, pero que te sirven para constatar
si desplazándote has tenido un buen día o solamente uno normal.
Ganarle quince metros al trayecto neutral significa
obtener un "break", y se padece uno si se pierden esos mismos quince
metros, o nos vemos detenidas por atascos más de 1'49 segundos, o
se corretea durante más de 3'49 segundos en más de tres ocasiones en el
transcurso de la excursión, o... Bien, el reglamento concreto es bastante
complejo, así que vamos a dejarlo aquí antes de liarla más.
Claro, para terminar de completar el seguramente en
apariencia posible escaso encanto de este juego, he de aclarar que, en
numerosas de estas calles y avenidas, se simultanea la presencia real de seres
humanos con proyecciones de imágenes tridimensionales que intentan reproducir
el desatentado tráfico de vehículos particulares que también nos asoló a
nosotras en su momento, aunque por lo menos la locura fue a base de cacharros
esencialmente eléctricos.
El caso, y a lo que voy, es que si, por más leve que
sea la cosa, eres "rozado" ni que sea levemente por cualquier vehículo
virtual a motor, pasas a padecer un clamoroso break si el "automóvil"
o "moto" cumplía las normas de tráfico, break que te es de inmediato
comunicado por el móvil, aparte de que circunstancias así pueden llegar a
provocar algún "accidente" o atasco, por supuesto exclusivamente
virtuales, que a veces pueden llegar a ser fascinantemente espectaculares.
Cuando, por el contrario, el "vehículo" infringía alguna de las
normas de tráfico, e independientemente de que una también las estuviera "incumpliendo",
el break pasa a ser a favor del peatón, privilegio que le corresponde por ir
completamente "desarmado", es decir, sin incorporar motor ni siquiera
rueda alguna.
Las viandantes que no desean participar en el juego
ni interferir más allá de su presencia física en el de las demás, simplemente
pasan a off su opción de juego, y a veces se divierten tanto viéndonos triunfar
como, en su caso, fracasar, momentos en los cuales nos suelen felicitar o
abuchear, según corresponda. Bien, o mucho más habitualmente, quienes no
participan ignoran a quienes sí que "jugamos", cosa que es de lo más
natural.
Por más pueril que pueda parecer todo esto, que
ciertamente no es que lo parezca, es que sin duda lo es (lo que sin embargo
tampoco le resta valor alguno, hasta ahí podríamos llegar, ni le quita
capacidad adictiva), el caso es que entre esto y lo otro y lo de más allá,
encontramos bastante divertido lo de caminar por estas calles tan repletas de
gente, siempre pendientes de esquivar cualquier tipo de tráfico frontal o lateral
y demás.
Así es, calles abigarradas de gente, hasta el extremo de que, en su momento, algunas mentes desatentadas
también propusieron instalar, en esta nuestra Ciudad actual, semáforos peatonales, idea que
fue de inmediato rechazada con ira y aviso de desobediencia civil por la
inmensa mayor parte de la ciudadanía, ya que otro nada menospreciable encanto
del placer de andar por nuestras calles consiste en que, una vez cogida la
adecuada marcheta y si se es lo suficientemente hábil, se puede caminar y
caminar indefinidamente sin parar, mientras adelantamos o nos cruzamos con
tanta agraciada fisonomía como las pueblan.
Y encima, sabiendo que con una cosa tan sencilla como
este caminar, y realmente sin gran esfuerzo, ayudamos a mantener tanto la
sostenibilidad medioambiental como la propia vigorosidad que nos caracteriza.
Nada exagerado tampoco esta vigorosidad, nuestras musculaturas exhiben un nivel
de desarrollo y una consistencia normales, lo natural, nada desproporcionado o
exagerado que tampoco tendría sentido.
A esta forma de caminar tan enérgica y competitiva la
denominamos hacer "senderismo urbano", y cuando alguna cuestión
social o tema candente de importante transcendencia acapara nuestra atención,
es frecuente que, al pasear, nos pongamos un pañuelito al cuello cuyo color
indique hacia dónde va más o menos nuestra opinión y posición, llegando a veces
incluso (si bien siempre andando, pues corriendo sería ya una actividad no
exenta de riesgo), a pasar a desplazarnos lo más velozmente posible formando,
con quienes portan el distintivo del mismo color que el propio, cadenas humanas
más o menos largas. A las niñas sí que se les permite correr en cadenas, pero
solamente hasta que cumplen los trece años.
Si realmente somos mogollón quienes llevamos un pañuelito
del mismo color, y vemos que podríamos entrelazar cadenas y así, poco a poco,
ir encerrando y colapsando el tráfico de la ciudadanía, avisamos de en qué día
en concreto lo pensamos hacer, y en tal fecha intentamos, a veces con éxito,
retener y rodear al resto de nuestras pacíficas conciudadanas, a quienes no
dejamos salir hasta que, siempre de buen rollo, nos den su opinión concreta,
pero siempre sincera, sobre el debate que haya provocado que llegáramos a tales
extremos.
Nadie se lo toma nunca a mal, y por supuesto que, si se empeñan,
dejamos salir a la gente sin que nos digan si piensan que rojo, azul o
amarillo, pero la inmensa mayoría suelen siempre opinar, que es de lo que se
trata, y encima muy frecuentemente hasta nos dan las gracias, tanto por haber
planteado el tema como por nuestra determinación en socialmente debatirlo. A
las niñas, claro está, las dejamos en todo momento filtrarse ágil y libremente
hacia y por donde quieran sin que tengan que dar ningún tipo de explicaciones,
pues acudir acuden porque se lo suelen pasar bastante bien, y también ahí
aprenden dialéctica, lo que es bastante importante.
Personalmente, y siempre andando, a veces también juego,
cosa tonta donde las haya, a caminar por la senda del Sol, que consiste en, a
la hora del atardecer, avanzar con tal estrella a mis espaldas hasta que al
final, por ponerse el astro ya del todo, su luz empieza a, de abajo a arriba,
no poderme alcanzar, momento en el que confío en que, como nos quiere tanto,
alguna parte de mí será elevada junto con su luz por encima de esta, aunque
querida, tan material Tierra.
Muy lírico, ñoño o romántico, lo sé, y también me
temo que también absurdo porque, para empezar, raramente puedo jugarlo con el
Sol realmente de verdad, y menos mal que no le da por seguir tal juego sino a
unas pocas tronadas como yo porque, sí no, a los atardeceres se organizaría
cada día un atasco unidireccional de madre y muy señora nuestra.
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saludos, Salud y Solidaridad.
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ResponEliminaLa huelga de hambre que llevan a cabo diversos trabajadores de la empresa movistar telefonica, en Barcelona (compañeros directos míos de mi época en activo en esa empresa), no me deja tiempo casi ni para que "vivan" mis blogs, así que lamento el retraso en la publicitación de los dos nuevos post aparecidos hasta ahora en el transcurso del mes de noviembre en el blog CarshOil. Y, desde luego menos aún, para personalizar esta entrada gran cosa dependiendo del blog :-)
Lugar estelar ocupa, qué duda puede caber de ello, la versión "post" de la entrevista televisiva que el conocido y popular presentador catalán, Jaume Barberà, le realizó a Antonio AMT en su programa "Singulars" del canal oficial "Canal 33" el pasado martes, post que, definitivamente, le aclarará cualquier tipo de duda básica que cualquiera pudiera abrigar desde su emisión, aparte de, así, facilitar la difusión para la gente hispano hablante.
Anteriormente, Rafael Íñiguez nos aportó la tercera parte de su cuidadoso estudio sobre el desarrollo y la viabilidad reales asociados específicamente a la energía eólica, Tendiendo puentes sobre la Garganta de Olduvai (III), un excelente trabajo que nadie interesado en ese importante y emergente campo de generación energética puede perderse, máxime teniendo en cuenta lo que esa fuente de energía representa de cara al presente y el futuro.
Pues me parece que ya está todo :-) !!
saludos cordiales.
forrest gump.
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