*****
Queridas lectoras o lectores:
Como consecuencia de la crisis que afecta al blog "ET y esta Crisis", jajajajaja, por si acaso, y por coherencia, es preciso proceder a publicar la primera parte, de una serie de siete, cuyas "episodios" siguientes ya forman parte, desde hace tiempo, de los posts de este blog de la Magia.
¿Habrá Megalópolis en el Futuro? (I)
.
Año 28251 de la Era Cristiana
.
De los más de quince mil millones de habitantes del Planeta, aproximadamente una tercera parte vivimos en Ciudad Capital.
¿Cómo es posible, os preguntaréis, que pueda existir una ciudad así? Pues, en realidad, he de deciros que Ciudad Capital tiene capacidad para albergar a la totalidad de la humanidad, hasta dieciséis mil millones de personas. ¿El secreto? El urbanismo verdaderamente tridimensional. Aunque, si hemos de ser totalmente sinceras, la verdad es que cuando cada año debe o le da por bajar aquí a todo el mundo por las mismas fechas (en las fiestas de la Renovación Democrática o durante las Alegres Vacances, por citar un par de ejemplos clásicos), en esos días, tanto las residentes habituales como no digamos ya las visitantes nos sentimos algo o bastante apretadas, y quienes siempre o casi siempre vivimos aquí hasta cierto punto llegamos a encontrarnos parcialmente extranjeras en nuestra propia ciudad.
La ciudad, ribereña del mayor y más apreciado de los mares interiores de nuestro Planeta, se extiende, en buena parte sobre la franja litoral, entre los 41º 11' y 43º 17' de latitud norte, y entre los 0º 33' y los 3º 13' de longitud este. Sí, utilizamos el mismo meridiano cero y las mismas unidades de medida que vosotras porque, ¿qué otras íbamos a tomar, si todos los conocimientos básicos de geografía y geometría los adquirimos, a medida que fuimos siendo capaces de interpretarlos, directamente de vuestra civilización, cuando los Tesoros del Saber Antiguo fueron primero hallados y posteriormente muy lentamente descifrados?
Podríamos, quizá, haber adoptado una escala centesimal o algo así pero, ¿para qué, si, como todas sabemos, la división horaria del tiempo se expresa en unidades tan similares, si no coincidentes, con las que expresan la latitud y la longitud? Porque, claro, igualmente también os hubimos de copiar, y lo hicimos, tal división horaria, puesto que igualmente se había perdido toda razonable sistematización del transcurrir del tiempo durante los casi veintitrés milenios de la terrible Noche de la Humanidad, salvo el sorprendente caso de la semana que, misteriosamente, se conserva inalterada y nunca perdida en todo el Planeta desde los tiempos de vuestra civilización mesopotámica hasta la fecha de hoy. Como referencia, os aclaro que las descubridoras del Saber Antiguo, casi tres milenios y medio atrás, gozaban de un nivel de civilización comparable o similar al de vuestras antiguas egipcias.
La superficie urbana de esta, sin duda y en todos los sentidos, gran ciudad, es de 22.500 kilómetros cuadrados, y también acapara el uso de dos inmensas zonas logísticas colindantes, situadas respectivamente a su nordeste y a su suroeste (más bien muy oeste), de 2.250 kilómetros cuadrados cada una y que tienen en Ciudad Capital su razón de existir, aunque formalmente no se contabilizan como tal superficie urbana. Así pues, en conjunto estamos hablando de una superficie global del conglomerado urbano de, metro cuadrado arriba o abajo, 27.000 kilómetros cuadrados.
¿Cómo puede ser posible poder tener capacidad de albergar a toda la población del planeta en tan solo esos 27.000 kilómetros cuadrados? Porque, cuando estamos todas, todas y todas, sale una densidad salvaje, por encima del medio millón de personas por kilómetro cuadrado. La respuesta, una vez más, hemos de buscarla en el desarrollo de nuestro espectacular, atrevido y revolucionario urbanismo tridimensional. Revolucionario, porque nunca antes la proporción de superficie terrestre sacrificada para poder dar cobijo a todos y cada uno de los miembros de nuestra especie fue tan poco elevada, salvo quizá en el neolítico, cuando habitábamos en cuevas, pues entonces, por la propia naturaleza del resguardo elegido, en principio ocupábamos en alojamiento cero superficie terrestre por persona.
Nuestros circulares edificios estándar de viviendas suelen tener una altura de unos cien pisos habitables, aunque solamente la octava parte como máximo de la superficie total del término de Ciudad Capital está ocupado por estas edificaciones, que ordinariamente se asientan sobre solares cuadrados estándar de una hectárea y media de superficie con una héctarea de edificación real, computándose sin embargo como edificado, para la descrita proporción de edificabilidad, todo el solar cuadrado y no solamente la superficie acaparada por el edificio circular en sí.
Cuadrado, sí. Hubo una seria y prolongada discusión al respecto, durante la planificación de esta ciudad, sobre si la unidad base de referencia para desarrollarla había de ser el hexágono o había de ser el cuadrado, pues en lo que no hubo discusión era en que había de ser una figura geométrica o modular perfectamente inter encajable en toda circunstancia y lugar, y que el triángulo no nos valía. La conclusión fue que, pese a la indudable superior belleza estética del dibujo en hexágono que a su vez permitía una mayor variedad en la posibilidad de los engarces, lo que había de primar ante todo era la simplicidad máxima, ya que solamente se estaba hablando de la base de asentamiento, asumiéndose el compromiso de, como compensación a la elección del cuadrado, priorizar la belleza más creativa en la elaboración del resto de formas del exterior o interior, de ahí que lo habitual fuera construir los edificios sobre todo redondos, pero también algunos hexagonales o incluso de más fachadas.
Todo esto permite que cada edificio, por al menos seis o siete de sus ocho costados, linde con un terreno, de similar extensión a la que ocupa él, en el que seguro que no hay edificado monstruo alguno de sus características, sino que lo habitual suele ser hallar en ellos bosque, parques o jardines, aunque algunas de estas áreas si que están a veces ocupadas por equipamientos deportivos o de usos sociales, edificaciones que, no obstante, siempre son de mucha menor altura. Los ocho costados, sí, pues se está haciendo referencia al descrito cuadrado básico sobre el que se asientan las edificaciones, pongan una pieza en el centro de un tablero de damas y ya verán como la casilla que tal pieza ocupa linda, aunque sea en un solo punto, con otras ocho y no con cuatro. Bien, en puridad, estaríamos hablando de cuatro lados y cuatro vértices, claro, pero para mejor hacernos a la idea de lo que pretendo dimensionalmente describir, es preferible que, aunque en sí inexacto, pensemos en términos de "costados", porque lo que está o no edificado es una buena parte del correspondiente cuadrado de turno, y no solamente un punto geométrico del mismo.
Sigan con el tablero de damas, y pongan por ejemplo otras dos fichas, una abajo a la izquierda y la otra arriba a la derecha, o bien una abajo a la derecha y otra arriba a la izquierda, siempre en las casillas colindantes a la de la pieza inicial, que no habremos movido del centro.
Pues bien, ésta es la agrupación de viviendas más habitual de nuestro tan imponente como incomparablemente bello paisaje urbano, y una parte de la popularidad de estos conjuntos así de viviendas se debe a que, de este modo, el conjunto de los tres rascacielos puede estar íntegramente rodeado por una ininterrumpida serie de territorio (cuadrados básicos) no edificado, al ser tres fichas (rascacielos) hemos construido lo permitido para veinticuatro casillas o cuadrados básicos, y para incluirlas y rodearlas de un cinturón verde basta con menos de esas casillas, diecinueve en concreto, tres para las edificadas, y dieciséis para rodearlas de ese cinturón.
Sí, la figura global resultante no es un cuadrado o rectángulo, y el rascacielos central sí que tiene la peculiaridad de que solamente por seis y no siete de sus ocho costados no linda con otra edificación como ella. Pero el conjunto es tan bonito, y la presión popular ---[ vete a saber el por qué, aunque algunas lo atribuyen a la propia cultura e historia en origen propias (y de vuestra época) de la propia ubicación planetaria en la que se halla Ciudad Capital, algo sobre unas gemelas; yo tampoco entendí nada la primera vez que me lo explicaron así, pero está correctamente expresado ]---, la presión popular, decía, fue tan favorable a estos conjuntos de rascacielos de tres en tres que, al final, y tras el oportuno plebiscito, Urbanismo de Ciudad Capital admitió esta excepción a la regla general de no lindar, por siete de los ocho costados, con monstruo viviendal similar alguno.
Personalmente, también me siento rendido ante la esbelta estética de estos conjuntos urbanísticos de edificaciones de tres en tres, en uno de los cuales habito actualmente, y esta algo mayor compactación urbana nos permite, a cambio, no haber de cometer la barbaridad de edificar en zonas montañosas ni en colinas destacadas, que haberlas las hay en el territorio de Ciudad Capital, aunque la imponente sierra que separa esta península del resto del continente, por mera prudencia, ya fue dejada fuera, siendo el límite norte del término municipal.
En determinados puntos de la geografía de esta ciudad sin igual se alzan algunos rascacielos sobre unas mayores superficies y también considerablemente más altos. Sin embargo, y pese al ingenioso sistema de sub-bloques de catorce plantas en que se dividen todas estas nuestras edificaciones modernas (bloques totalmente autónomos y básicamente autosuficientes a nivel del usuario o la usuaria individualizadas, con sus calles y todo, como se detallará), la realidad ha demostrado que si bien la mayor superficie no representa problema alguno en sí, cuando los edificios rebasan con mucho la cifra de las cien plantas habitables equivalentes pasan a ser menos prácticos y útiles, y conllevan crecientes problemas de gestión y de mantenimiento, cada vez más complicados y lentos de solventar. En total, estos edificios singulares son apenas unos pocos centenares, frente a las decenas y más decenas de millares de rascacielos más o menos estándar.
Pero donde realmente ha alcanzado nuestra arquitectura su máxima expresión de tridimensionalidad ha sido en el subsuelo de la ciudad, algo realmente alucinante, una cúpula continuada de entre cien y trescientos metros de altura, en la que los edificios hasta ahora descritos se hunden otras cien plantas de medida humana hacia abajo, que es donde todas esas moles tienen sus verdaderos cimientos, por lo que los edificios o equipamientos que en superficie tienen poca altura relativa aquí tienen los mismos cien pisos de escala humana que todas las demás edificaciones, siendo plazas o adicionales equipamientos el resto de la superficie urbana subterránea, todo ello atravesado por las correspondientes e igualmente tridimensionales vías de comunicación, que, con airoso continente, cruzan la cúpula a cualquier altura imaginable y posible y, por supuesto, aquí y allá están los inconmensurables y descomunales arcos y columnas que sustentan lo que habitualmente denominamos como superficie externa y sólo presuntamente real de Ciudad Capital.
Una aproximación a esta espectacular realidad de ahí abajo sería la idea diseñada en vuestros cómics de ciudades mega espaciales, solo que a nivel subterráneo. También conviene aclarar aquí que, como es lógico, el suelo de la ciudad subterránea reproduce bastante fielmente la orografía general de la superficie, o viceversa, según se quiera, porque si no, el estándar de las cien plantas hacia abajo de los edificios habría entrado en serias dificultades.
Aunque se nos puede considerar, y se nos considera, unas privilegiadas a quienes tenemos nuestro curro a nivel de superficie o superior, la verdad es que tampoco es para tanto eso de tener el trabajo, como le pasa a la mayoría de la población laboral, en la parte subterránea de nuestra ciudad, que también concentra buena parte del comercio. No es tanto agobio, no estamos hablando precisamente de un estrecho, siniestro y mal iluminado cuchitril, sino de todo un espacio de 22.500 kilómetros cuadrados de extensión y con una cúpula luminosa situada, repito, a entre cien y trescientos metros de altura.
No debería de citarme como ejemplo, porque me diréis que bien que huí de allí, pero yo mismo trabajé en ella en diversas faenas antes de encontrar esto de los chicos, y personalmente me encontraba allí sensacionalmente bien, igual que en la superficie, los edificios tienen también ventanas en su parte subterránea, y ese paisaje de ciudad mega espacial que desde ellas se ve está de puta madre, aunque por supuesto jamás logrará alcanzar la sublime belleza natural de un despejado cielo azul o pincelado de bonitas nubes blancas o amarillas, por no hablar de los amaneceres y atardeceres, que siguen siendo la hostia de polícromos por estas latitudes, como siempre lo fueron. Conscientes de ello, lo habitual suele ser proyectar sobre la cúpula, que genera por reflejo su luminosidad, una imagen del cielo real captada directamente justo desde el correspondiente punto en vertical de la superficie, o de algo más arriba, con lo que la ciudad subterránea, como la de la superficie, también goza del confortable encanto de la alternancia noche día.
A veces, por enredar, como en los momentos actuales, se desfasan estas noches y estos días en función de que se esté en la ciudad de la superficie o en la subterránea, y ahora mismo el cielo de esta última ve alborar el nuevo día cuatro horas antes que la superficial, lo que da lugar a situaciones bastante sorprendentes, y ayuda un montón a relativizar todo lo relacionado precisamente con el concepto "tiempo". Bien, en realidad tal cielo lo que lleva son veinte horas de retraso, claro, porque es el del día real anterior, pero como el control de cuándo comienza un nuevo día le corresponde por turno determinarlo en la actualidad a la ciudad inferior, y como también está permitido adelantar (como máximo, eso sí) una fecha, nos tienen ahora mismo aherrojadas con su imposición, y tal vez ya vaya siendo hora, pues cuatro horas comienza a ser bastante desfase, de poner fin por esta vez al juego, restableciendo en ambos dominios los parámetros reales, antes de que este en ocasiones algo arriesgado actuar algún día se nos termine escapando de las manos.
Pero divertido es, incluida esa relativa inquietud que tal desfase puede generar, sales a la superficie (a estos efectos, entrar en nuestros edificios de viviendas, o en ellas, se considera pasar a la superficie), sales a la superficie, decía, y es flipante, porque a lo mejor te encuentras con que es noche cerrada cuando en la subterránea había, en el momento en que la abandonaste, una magnífica y "soleada" mañana. Resulta impactante y, por qué no, hasta divertido, y es, en cierto sentido, como si haciendo uso del teletransporte nos hubiéramos ido a una ciudad cuatro horas al oeste o al este.
Qué le vamos a hacer si, en nuestro gentil infantilismo (que tan satisfactorio nos resulta y hoy en día es tan ardorosamente defendido y reivindicado tanto por grandes como por chicas), consideramos simplemente geniales cosas como la recién relatada de ese desfase y tal, y a todas nos encanta vivir en la Ciudad del Simultáneo Doble Horario, aunque también agradecemos los obligatorios períodos de no menos de quince días en los que rigen los parámetros temporales reales en sus dos "Reynos", acaeciendo ello al menos una vez por trimestre, que es la duración máxima que en todo caso puede tener cada "partida" de este singular juego...
saludos cordiales.
ET & forrets gump.
..
..