dilluns, 12 d’agost del 2013

Año 28.251: Hablando de lenguas y Educación

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estimados lectores o lectoras: 

Hoy hace justo un año que, ilusionado, pensando que lo que hacía sería útil para muchos y muchas, y con esperanzas aún de que, en cuanto al futuro de la Humanidad se refería, quizá no todo se había de hallar necesariamente perdido, inicié, con toda la buena fe del mundo, mis blogs, sin saber que, con ello, no hacía sino inocentemente caer en la trampa que me habían tendido, y que me tiene atrapado, inutilizado, y socialmente apestado a día de hoy

Pues bueno, ¡qué se le va a hacer! Yo lo hice todo con la mejor intención, sin saber que, todo aquello que quede tocado por la impronta del Mal, puede provocar cosas como que parezca que ya hemos llegado a un mundo en el que comportarse con generosidad y corrección haya pasado a ser un delito. No es así, ni nunca lo va a ser, lo que quiere decir que solamente en aquello que, por una razón u otra, está relacionado con ese cruel asesino de almas, puede suceder (y sucede, créanme) ese efecto inverso. 

Y a eso, a ser esa bestia asesina de almas y censor de las mentes, a eso lo denomina, el muy imbécil, ser maduro y hacerse mayor. ¿Mayor en qué, desgraciado? ¿En maldad? ¿En Represión Sexual

No se extrañen, entonces, de que, en algunos momentos, mi lenguaje haya podido cambiar de registro, y pasar a hablar en ese mismo lenguaje que, previamente, y en mi propia casa, pasó a, sistemáticamente, hablarse en contra mía a medida que el tiempo iba pasando, y toda la telaraña de su cruel trama iba cayendo sobre mí.  

Pero bueno. El mundo continúa, y seguimos con el texto del futuro, que aún me ha dado para este post, en buena parte, y ciertos sentidos, complementario del anterior, pero que se corresponde con fragmentos insertos entre otros que, por causa de gentuza como quienes me persiguen, ni de casualidad se podrán publicar nunca en parte alguna. 

¡Ah! Lo olvidaba: genérico del lenguaje del futuro, el femenino :-) 
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Como se comentó, lo lógico, normal y sensato es, a lo largo de todo su período formativo, seguir dejando que cada uno o una se dedique a aprender y a profundizar en el mejor conocimiento de lo que más le gusta e interesa. Vamos, esa libertad de elección de materias es un principio básico y elemental para conseguir una buena educación, y así igualmente se hace, con el beneplácito ciudadano, en las escuelas públicas ordinarias, donde las educandas, desde el principio, van eligiendo libremente, y a su ritmo, las ramas del conocimiento que desean estudiar o sobre las que quieren ampliar su saber. 

No obstante, e igualmente por lógica y sensatez, esa libertad cuasi absoluta de aprendizaje de nuestras educandas tiene naturalmente dos excepciones, claro está, en lo referente a las competencias mínimas a alcanzar en lenguaje y en cálculo numérico elemental, temarios que sí son obligatorios, y herramientas sin cuyo concurso y dominio cualquier otro saber les resultará inaccesible, por más telépatas y empáticas que seamos, pues si no entienden las palabras ni tampoco saben hacerse una idea del sentido de las proporciones, ¿qué conocimientos profundos podrán adquirir sobre las características del mundo real donde nos movemos? 

Al margen de que, sin duda, es en la Escuela Normal donde más habitualmente, sin ningún tipo de discriminaciones, se juntan con totalidad normalidad niños y niñas, y aunque solamente fuera por ello, ya justificaría su existencia, aunque felizmente y sin duda sirve para mucho más. 


Por cierto, que desde nuestro observatorio, situado más de veinticinco mil años más allá de vuestro tiempo, no puede por menos de sorprendernos enormemente el que haya sucedido que, pese a milenios y milenios de barbarie entre vuestra época y la actual, hayan sobrevivido tan reconociblemente tantas lenguas de las que había al inicio de vuestro tercer milenio. Pero ello es un hecho constatado, y ya llegará el día en que alguna o algún lingüista, o más probablemente un grupo de ellas, dé o den con las explicaciones del cómo y el por qué de tan sorprendente devenir idiomático. 

Alternativamente, las conspiranoicas, que también las hay aquí, sostienen que en realidad solamente llevamos hablando esas lenguas del pasado desde hace unos ochocientos o, a lo sumo, novecientos años, cuando quienes entonces gobernaban decidieron darle un giro radical a la historia al comenzar a saber comprenderse e interpretarse en detalle lo hallado en el Gran Descubrimiento del Saber Antiguo. Vuestro Saber, sí.  

¡Qué cosas! Si la acertada es la tesis conspiranoica, y hablando precisamente de lenguas, estaríamos hablando de un engaño o suplantación de la realidad similar al que, por poner un caso, os hicieron a vosotras con el mito del beso en la boca. El beso en la boca, sí, gesto éste, al igual que el no erótico de saludarse dándose la mano, difundido como elemento de cultura por la aristocracia previa a vuestra Revolución Francesa, pese a lo cual, generación tras generación, os hicieron creer que la obligatoriedad de comenzar rígidamente cualquier relación sexual con tal tipo de beso era tan antigua como la historia de la Humanidad, y eso que en los tesoros artísticos egipcios, griegos, romanos, hindúes o de donde fuera, por más que bien que contenían escenas eróticas, apenas aparecía representado el tal beso. 

No, si agradable y placentero lo es, pero, como casi todo en ese terreno, siempre y cuando la espontaneidad y la libre elección presidan el hacerlo, lo que, por lo tanto, para nada quiere decir que siempre se haya de empezar así, o se haya de necesariamente pasar por ahí... Yo, más allá de lo expuesto, no opino, puesto que bien se ve que soy lego en eso de las lenguas, y solamente hablo un par, la común planetaria, y la propia del territorio sobre el que se asienta Ciudad Capital en la que resido desde que nací. 

Volviendo a las otras lenguas, comentar que cierto idioma, indigno de poder ser adoptado como lengua común de la humanidad por su injustificada complejidad fonética incompatible con la seriedad, con el buen gusto y con la más mínima voluntad de entenderse oral y realmente con quien sea, ha quedado de nuevo arrinconado exclusivamente a sus territorios de origen, donde ahí, sí, claro, se preserva, como se preservan centenares de lenguas y millares de dialectos a lo ancho y largo de todo el Planeta, como debe de ser. 

Como debe de ser, pero con un alfabeto y una lengua planetaria comunes, el alfabeto latino porque era el más extendido entre los de poco número de signos, y el idioma castellano, democráticamente así elegido por la incomparable ventaja que, respecto a otras lenguas de cultura y siempre desde la óptica de la pura comunicación, representaba el bagaje de su extrema pobreza fonética, lo que la hacía, al menos en sus niveles más básicos, mucho más asequible oralmente que cualquiera otra donde proliferen más sonidos vocálicos o consonánticos de los real y estrictamente imprescindibles para poder establecer una comunicación precisa y suficiente, que es el objetivo fundamental que se persiguió y logró con la instauración, buscada y aceptada, de ese alfabeto y esa lengua planetarias comunes. 

Y por supuesto, tenemos también los lenguajes comunes musicales, informáticos y matemáticos pero, para cantidad de cosas, el lenguaje oral de toda la vida sigue sin tener más sustitutivos posibles que el lenguaje de signos, que por supuesto todas dominamos, y la telepatía, bastante transcendental cuestioncilla sobre la que ya se han apuntado cosas aquí y allá, pero a un ritmo que os permita ir lentamente incorporando lo que supone, en todos los órdenes de la vida, el disfrutar de tal capacidad telepática. 


Queda añadir que, en el desempeño de nuestra profesión, como sucede en muchas otras, realizamos más funciones que no las de, en mi caso, mero profesorado, porque tanto la intendencia como el mantenimiento del centro dependen de nosotros, los transportadores, aunque en esta sociedad también, y esta vez de verdad, tecnológicamente avanzada, tampoco es que esa otra parte de la faena mate en general. 

Y tampoco es que esas otras tareas sean básicamente muy diferentes, sino más bien muy parecidas, a como pueden ser las vuestras actuales para solventar tales temas, por lo que solo añadiré aquí que, aunque todo está hoy en día mucho más mecanizado que en vuestra época y hay por doquier robots andantes de variados tamaños y apariencias, cuando al final una cosa se cae, o no llega un suministro, o falla algo que las benditas malditas máquinas son incapaces de solucionar porque han entrado en alguno de sus tontos bucles, pues toca ir en persona con la llave inglesa y solucionarlo. 

Pero, como no podía ser de otra forma, en esas otras tareas lo que predomina es la gestión mediante y ante terminal que, al igual que en vuestra época, sigue siendo bastante tediosa, aunque no tan odiosa, porque nunca permitimos que centenares de miles de personas trabajaran en valle de silicio o silicona alguno dedicadas en cuerpo y alma a ver cómo podían innecesariamente complicar ad infinitum y lo máximo posible las cosas a las usuarias, a quienes constantemente obligaban, una y otra vez, a volver a tener que iniciar el aprendizaje desde cero para, al final y en el mejor de los casos, encontrarse con que aquello funcionaba a lo sumo igual de bien que lo anterior, pues habitualmente sucedía que cada actualización contenía un cierto número de importantes digamos que "anti mejoras", por usar un lenguaje similar al de aquellas desalmadas, tendencia "anti mejoras" que se aceleró bruscamente coincidiendo justo con vuestro cambio de milenio, mientras que mejoras reales no se producían por parte alguna.

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Bien, pues, por hoy, ya está. E igual que en el post precedente, les dejo con otra imagen que para nada viene a cuento, pero bueno, así queda todo un poco más estético, pienso yo :-) 

Y sí, sigue quedando además aún el prometido cajón desastre tres ;-)  

saludos cordiales. 
ET & forrest gump. 
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